Crianza consciente vs crianza tradicional: el poder de acompañar desde el amor
¿Sabés qué? Muchas veces hablamos de la forma en que nos criaron, y notamos que hay como dos caminos bien distintos: la crianza tradicional y la crianza consciente. Y ojo, no se trata de señalar qué está bien o qué está mal, sino de observar con amor y preguntarnos: ¿cómo quiero acompañar a mis hijos y ofrecerles una educación emocional infantil?
Entendiendo la diferencia entre crianza tradicional y crianza consciente
En la crianza tradicional, lo que suele pasar es que el niño o la niña no tiene voz. Hay muchas frases de “porque yo lo digo” o “mientras vivás en esta casa, se hace lo que yo diga.”. Se busca que haya obediencia, aunque eso signifique dejar de lado las emociones. Y claro, esto marca. Crecés con miedo a equivocarte, con dudas de si tu voz es válida, con esa sensación de que lo que sentís no es tan importante.
En cambio, la crianza consciente llega a recordarnos que se puede poner límites desde el amor. Que validar las emociones no significa dejar que los peques hagan lo que quieran, sino acompañarles a entender qué sienten y cómo gestionarlo. Se trata de hablar, de escuchar, de explicar los porqués. Y desde ahí se construyen la confianza, la autoestima y los vínculos familiares saludables.
Cómo aplicar este tipo de crianza en tu día a día
- Escuchá sin minimizar: cuando tu peque exprese algo, aunque te parezca pequeño, escuchalo con atención. Lo que siente es real para él o ella.
- Nombrá las emociones: ayudale a identificar lo que pasa dentro: “sé que estás enojado”, “entiendo que te da tristeza”. Eso valida y enseña.
- Poné límites con amor: un “no” firme pero acompañado de una explicación, sin gritos ni amenazas, genera respeto y seguridad.
- Mostrá vulnerabilidad: si te equivocás, reconocelo. Eso les enseña que errar no es el fin del mundo, sino parte de aprender.
- Practicá la presencia plena: aunque sean 10 minutos al día, dedicate a estar solo con tu peque, sin pantallas ni distracciones.
Sanar para criar mejor
Algo que nos parece bellísimo es que este tipo de crianza es que también te invita a mirarte a vos mismo. A sanar tus heridas, a trabajar en tu paciencia, a darte cuenta de que no podés enseñar calma si vivís en guerra interna. Porque criar desde la consciencia es un compromiso con los vínculos familiares saludables, con la presencia plena, con la empatía.
Y sí, es más difícil que solo decir “porque yo lo digo”. Requiere tiempo, requiere energía y muchas veces implica incomodarnos. Pero al final lo que se cosecha es educación emocional infantil, un lazo profundo, real, lleno de confianza.
No se trata de juzgar cómo lo hicieron nuestras mamás, papás o abuelos. Ellos criaron con lo que tenían. Hoy nos toca a nosotros decidir si queremos seguir igual o si preferimos abrir camino desde la compasión, la escucha y el amor.
La crianza consciente es ese abrazo invisible que permanece, esa voz que acompaña y ese espacio seguro donde una niña o un niño puede crecer creyendo en sí mismo.
